Las noticias e imágenes de una brutal guerra de agresión que nos llegan estos días desde Ucrania nos tocan y conmueven profundamente. Despiertan recuerdos amargos y sacuden nuestra visión democrática del mundo, nuestros valores y nuestras ideas de convivencia en paz y seguridad en Europa, que ha crecido a lo largo de casi 80 años tras el final de la Segunda Guerra Mundial. La onda expansiva de esta guerra de agresión es tan fuerte que en muy poco tiempo es capaz de salvar incluso diferencias políticas que antes parecían irreconciliables en Europa y en todo el mundo en apoyo del derecho internacional, la paz y la protección de la población que sufre en Ucrania. Esta solidaridad global inmediata es impresionante y reconfortante y, sin embargo, muchos se quedan con un sentimiento de rabia e impotencia ante la despiadada observación de un gobierno hambriento de poder y la continua brutalidad y violencia que ha desatado.
Nosotros, como Misión 21, conocemos este sentimiento desde hace muchos años por nuestra Trabajo por la paz en nuestros países asociados de África, Asia y América Latina. A diferencia de lo que ocurre en Ucrania, suele ocurrir lejos de la atención de la opinión pública mundial y de los intereses de los grupos de presión políticos internacionales. Sin embargo, también aquí las fuerzas de la violencia parecen siempre tan brutales y dominantes, y las fuerzas de la paz tan delicadas y vulnerables. Ya sea en la guerra civil de Sudán del Sur, en los conflictos armados de Camerún o bajo el régimen de terror de Boko Haram en Nigeria; ya sea en la brutal explotación de las mujeres migrantes indonesias en Asia Oriental o en la lucha contra la violencia doméstica en América Latina.
Al igual que en Ucrania, la paz es mucho más que la ausencia de guerra. Se trata de la justicia, de la libertad, de las relaciones sostenibles y de la posibilidad de compartir el poder y las oportunidades de la vida. La Biblia se refiere a esta paz integral como "shalom". Las Naciones Unidas han expresado estas interrelaciones, entre otros, en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS); y en particular en el Objetivo 16+, Construir sociedades pacíficas, equitativas e inclusivas. Como Misión 21, también nos comprometemos a promover esa paz integral. Nuestros muchos años de experiencia en la construcción de la paz intercultural e interreligiosa y nuestra atención a la interacción entre religión y desarrollo nos son de gran ayuda.
Trabajamos a pie de calle con la población local para resolver pacíficamente los conflictos y la violencia estructural, y hacemos campaña contra la violencia contra las mujeres y los niños. Los aspectos religiosos o étnicos suelen desempeñar un papel importante en los conflictos. Mission 21 aporta su experiencia en la construcción de la paz interreligiosa e intercultural. Por ejemplo, apoyamos a los desplazados internos de Sudán del Sur para que se enfrenten a los traumas de la guerra y afiancen la paz y la reconciliación en la población. Ofrecemos protección y asesoramiento jurídico a las mujeres migrantes indonesias de Asia Oriental. Creamos nuevas perspectivas de convivencia pacífica en las sociedades de América Latina.
La paz con justicia es la base de nuestra convivencia y de nuestro trabajo en Europa y en todo el mundo: ¡gracias por apoyarnos en esto!
Rev. Jochen Kirsch
Director Misión 21